Muy queridas hermanas:
Viviendo este momento de dolor por el fallecimiento de nuestra Hna. Maria Luisa, queremos mantener la fe y la esperanza en la Resurreción con la certeza de que tenemos otra intercesora por la Congregacíon. Desde el cielo, junto con nuestra Congregación Celeste, nos sentimos consoladas y fortalecidas a seguir viviendo nuestro carisma de caridad Redentora.

Con dignidad y oración , compartimos algunos momentos vividos como comunidad orante, en la despedida de nuestra Hermana Maria Luisa, en la capilla del Sanatorio N. S. de las Mercedes, Campos de Jordão, Brasil.

RASGOS CACTERÍSTICOS:

Hoy despedimos con gran dolor, pero llenas de esperanza en que ya está en la gloria de Dios, a nuestra hermana María Luisa Ugarte Garitaonandia, nacida en la villa de Oñate, Guipúzcoa un 22 de marzo de 1951, en el seno de una familia cristiana y muy religiosa, bajo los riscos del Santuario de la Virgen de Aránzazu, en una casa vasca (caserío) desde el que ella aprendió a contemplar la naturaleza y la obra de Dios en todas las cosas creadas. Sus ojos azules estaban iluminados, desde niña, por esta contemplación a través de la que alabó a Dios y le dio gloria. La creación fue para ella un espacio fundamental de contemplación del Dios amor y de oración.

Perteneciente en este momento al Gobierno general de la Congregación y Vicaria general, ha fallecido en Brasil de un infarto fulminante cuando acabada de realizar la misión que la Congregación le había pedido: acompañar a las junioras en su preparación para los votos perpetuos.  Y dando de comer a los pobres del Sanatorio das Mercês, pobres de entre los pobres de Brasil, a los que amó intensamente desde su llegada a esta casa de la Congregación. Dios la llamó y la constituyó en alabanza de su gloria por toda la eternidad. Se fue con la sencillez y el silencio con que había vivido. Era una persona que brillaba con luz propia desde el silencio contemplativo del amor. Mujer orante, fue muy amante de nuestra espiritualidad y de la espiritualidad ignaciana, en la que se había formado, para acompañar a otros en los ejercicios espirituales de San Ignacio. Solía decir con convicción y humildad: “vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí (Gal 2,20).

Entró en nuestra Congregación con el sueño de ser misionera. Decía, ya desde el noviciado, que ella quería ser Mercedaria de la Caridad para ser misionera. Después de realizar su formación académica en Escoriaza-Guipúzcoa y Profesión Perpetúa, fue enviada a República Dominica, de la que hizo su segunda patria. Y allí permaneció hasta que se le eligió Consejera general y Vicaria en el Capítulo de 2014. En el Capítulo de 2022, se le volvió a elegir para el mismo servicio de gobierno en la Congregación.

Era una persona disponible, generosa, entregada, servicial, muy humana, con gran capacidad de escucha y acogida y sobresalía por su prudencia, custodiadora de la intimidad de otros. En la comunidad era como un astro que iluminaba sin quemar. Se realizaba en las relaciones “cortas” más que en las grandes masas, y tenía grandes cualidades para el acompañamiento espiritual. De hecho, estuvo de responsable en las etapas de la formación inicial acompañando a las jóvenes vocacionadas. Se llevaba bien y conectaba con facilidad con ellas y le gustaba el mundo de la juventud. Les comprendía y les ayudaba en procesos vocacionales serios y bien elaborados. También supo acompañar a la Provincia de San José, y ahora Jesucristo Redentor, desde los servicios de consejera provincial y de Superiora Provincial. Poseía esa capacidad de “comprender al otro” en su necesidad, y, la vez, sabía exigir grandes cotas de esencialidad en la vida de cada día.

Amó intensamente a Jesucristo, con quien quería configurarse, y a María en las advocaciones de su pueblo y en la advocación de la Merced. Buscaba ser mujer auténtica, íntegra y llena de Dios y, a la vez, seguir a María como peregrina de la fe y en su condición de discípula. También quiso mucho al P. Fundador, del que aprendía cada día las virtudes humanas que nos dejó como integrantes del carisma: universalidad, disponibilidad, generosidad, caridad, escucha, acogida y entrega sin condiciones. De los escritos del P. Fundador le gustó especialmente una frase sobre María que, además, llenó su vida de luz y de esencialidad: El alma de la Virgen se alimentaba de amor. El amor era la misteriosa necesidad que agitaba su espíritu, el amor el único móvil de sus operaciones, el amor el principio vital que sostenía su existencia. Era una mercedaria dada a la “vida interior” y a la búsqueda de una vida siempre más auténtica.

Fue muy amante de la cultura vasca y de todas sus tradiciones, pero tuvo un alma universal y misionera, cuyo testimonio es hoy muy válido para las jóvenes vocaciones, como les ha dejado sentir a todas las hermanas que se han preparado, bajo su cuidado y acompañamiento para los votos perpetuos.

Que María Luisa, desde el cielo, nos envíe vocaciones para el Instituto, haga crecer en todas nosotras el alma misionera y universal que ella tenía. Que nos alcance de Dios la gracia de saber acompañar a los jóvenes para que crezcan las vocaciones en la Iglesia y en la Congregación.

En ella se cumplió esté poema que alimentó su dirección espiritual:

“HAZME”

Tú que eres amor, invádeme Tú que eres Santo, santifícame. Tú que eres Fuente viva, sáciame. Tú que eres Entrega, utilízame. Tú que eres Presencia, envuélveme. Tú que eres Plenitud, lléname. Tú que eres Centro, céntrame en ti. Rebósame de Ti y muéstrame tu rostro. Hazme capacidad. Hazme silencio. Hazme tú. (B. González Vuelta) ¡Descanse en paz! Bezarkada kutuna, biotz biozetik, María Luisa