SOR ISABEL LETE

Sor Isabel Lete Landa, goza ya de la gloria del Padre y, como Santa Teresita del Niño Jesús, a quien imitaba, es testimonio de vida mística desde la espiritualidad de lo sencillo, lo pobre, lo humilde y lo que no tiene relevancia. Durante toda su vida fue tierra fértil que Cristo fecundó, porque se dejó encontrar por El amándole apasionadamente. Toda su vida fue testimonio de amor.

Murió joven, muy joven, entregando lo mejor de sí misma a Jesucristo. La tuberculosis acabó con la belleza de su cuerpo, era bellísima, agrandando su belleza interior. Nos dejó:

  • aires perfumados de belleza y de amor en nuestra vida consagrada

  • cielos luminosos de entusiasmo y de esperanza

  • aguas transparentes de amor, sin condiciones

  • nostalgia del cielo

  • mucha humanidad, humanidad a raudales

  • testimonio de gratuidad a toda prueba…

En Sor Isabel Lete la Congregación encuentra el carisma hecho vida.

La oración fue el suelo en el que cimentó el amor
El sufrimiento, la amalgama de su donación
La afabilidad y la dulzura, los resortes de la relación que entablaba con todos
La fe, la perla preciosa en la que se agarró en la oscuridad del misterio
La esperanza el camino que recorrió y que nos entregó como regalo de amor.

Nosotras, hermanas mercedarias, nos sentimos felices por la vida de esta hermana mercedaria de la caridad, en la que triunfó el amor de Dios.

Ella es la mejor testigo de la fidelidad de Dios en su compromiso con nosotras. Y, en ella y con ella, todas las hermanas que nos han precedido en el camino de la fe y que constituyen el mejor llamado a vivir en fidelidad creativa nuestra vocación como camino de felicidad existencial.
A todas ellas nos encomendamos y con ellas queremos ser ALABANZA DE LA GLORIA DE DIOS REALIZANDO LA CARIDAD REDENTORA EN EL MUNDO.

Reza estas preces y comunica las gracias que recibas:

Señor, Dios uno y trino:

– Que otorgaste a tu sierva Isabel, arder en amor eucarístico y mariano, concédenos vivir a impulsos de esos mismos ideales

– Que otorgaste a tu sierva Isabel, ser y hacer Iglesia, cumpliendo su misión conforme al carisma mercedario, concédenos no sólo llamarnos, sino ser de verdad hijos de la Iglesia, según nuestra propia vocación

– Que otorgaste a tu Sierva Isabel un corazón bondadoso para pasar por este mundo haciendo bien a la humanidad, concédenos la gracia de …… si ha de ser para mayor gloria y su exaltación ante la Iglesia.

(tres glorias)”