Eco de un Jubileo: peregrinas de esperanza en el camino de la paz

En medio de tanta riqueza vivida, queremos detenernos a escuchar, aunque sea un eco minúsculo, de todo lo que ha resonado en nosotras a lo largo de este tiempo de gracia: gestos sencillos pero llenos de sentido, palabras que tocaron el alma, reflexiones profundas, encuentros que marcaron caminos, mensajes que interpelaron el corazón, movimientos internos que nos despertaron a lo nuevo, y la alegría de compartir la misma travesía con hermanas y hermanos en la fe y único pueblo de Dios.

El Santo Padre, Papa León XIV nos invitó a volver al corazón, ese lugar sagrado donde se enciende la chispa que dio origen a nuestra historia. Allí donde los primeros pasos fueron guiados por una misión clara, confiada a quienes nos precedieron, (nuestros fundadores y fundadoras) y, que hoy se nos vuelve a confiar con renovada fuerza. Volver al corazón es también volver a lo esencial, a lo que verdaderamente sostiene y da sentido, afirmó.

La prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada Sor Simona Brambilla, nos regaló una imagen muy potente: nuestra VC como una sinfonía. Cada una, cada uno, aporta su sonido dijo, su color, su timbre único. A veces en soledad, a veces en conjunto, pero siempre en armonía con el proyecto común. La sinfonía no existe sin escucha, sin humildad para reconocer al otro y dejarse tocar por su música. En esta comunión de voces y silencios, descubrimos que la diversidad no solo enriquece, sino que es indispensable.

Cerramos el Jubileo con la bonita imagen de la visitación. Como María, queremos salir al encuentro de quienes más necesitan. Porque la fe, cuando es auténtica, siempre nos pone en camino de liberación y de caridad que visita y redime. Nuestra gratitud al Dicasterio de la VC.

A nivel interno, vivimos este cierre también participando el día 12 en la misa del Jubileo de la espiritualidad mariana, renovando con profundo amor nuestra filiación a María, nuestra madre. A ella pedimos que nos enseñe, una vez más, a hacer todo lo que su Hijo nos diga, enraizadas en él.

Por la tarde, el compartir fraterno nos permitió poner palabras a lo vivido. Nos escuchamos, nos emocionamos, nos cuestionamos… y coincidimos en que, después de esta experiencia, no podemos simplemente “volver por el mismo camino “

Concluimos el momento con dos gestos que sellan nuestro compromiso: sembrar, porque estamos llamadas a ser sembradoras y peregrinas de esperanza, y veneramos la reliquia de nuestro Fundador, gesto lleno de gratitud y reconociendo. Endentemos que volver a él es volver al origen, para aprender de su fe, su caridad, su humildad y su esperanza, y a la vez dejarnos inspirar por su testimonio en nuestra misión redentora. Con el corazón encendido, renovamos nuestro sí al Evangelio, al Carisma y a la humanidad. Porque hemos visto, hemos oído, hemos sentido. Y queremos seguir caminando como mercedarias peregrinas de esperanza y paz en un mundo con múltiples esclavitudes.

A la Congregación, nuestro agradecimiento de todo el corazón.