Día 9 de Julio:
Celebramos la fiesta de Jesucristo Redentor en comunión con toda la familia mercedaria. Jesucristo es el fundamento de nuestra fe y vocación. Él es el centro de nuestro ser como vocacionadas, hermanas y laicos.
En nuestra vida de oración y encuentro con Él, buscaremos la fuerza para nuestra vida y misión. Nos alimentamos en estos espacios orantes para ser presencia de Merced para todos…
Carta de nuestra Superiora General:

… 2- “De que nuestra oración está siendo más intensa y de mayor confianza. La oración es en la vida de todo creyente, y por ende en toda vida consagrada, una dimensión muy importante para llegar a esa unión con Dios tan deseada. Necesitamos de la oración para vivir ese encuentro de amor con el Señor que nos restaura y transforma la vida. En la oración cultivamos la relación de amor intenso y confiado con Aquel que sabemos nos ama, Dios escucha siempre a quien lo invoca, escucha el clamor de su pueblo, el clamor de los que sufren, de los pobres y oprimidos; en Él podemos reclinar la cabeza, necesitada de curación y de descanso. En este tiempo de pandemia, todas hemos intensificado nuestra oración, me consta cómo todas las hermanas de la Congregación en comunión hemos orado ante el costado abierto de Cristo Redentor, orando al Padre en Espíritu y en verdad. Estamos aún, sufriendo muy de cerca la enfermedad y la muerte de tantos familiares de hermanas, seres queridos, e incluso de nuestras propias hermanas, comunidades y casas; unos superan la enfermedad y, otros muchos, están muriendo en el camino. La oración de unas hermanas para con otras, nos sostiene en estos momentos de desolación, y no sólo nos da paciencia y conforto, sino que nos ha unido en estrecha comunión con Dios nuestro Padre. Estamos experimentando que no estamos solas, que somos familia unida en hermandad tanto en el dolor como en el gozo. Sigamos hermanas, implorando a Dios con la confianza del niño en brazos de su madre, ese niño que se sabe vulnerable y dependiente pero que espera confiado en la seguridad que será escuchado y atendido en su necesidad, porque Dios escucha la súplica de quién confía en Él, y estoy segura que no quedaremos defraudadas. Esto no quiere decir que se nos conceda cuanto pedimos, pues como dice San Pablo, nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, por ello necesitamos que el Espíritu ore en nosotras y nos enseñe a orar en espíritu y verdad.”

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