Con mucho pesar pero agradecidas por la vida de esta grande Mercedaria,despedimos a nuestra hermana Isabel Barrutia:

“No resulta fácil resumir en unas líneas la vida de Sor Isabel. Son 100 años de vida, de los cuales 80 han estado entregados totalmente a Dios y a los hermanos. Podemos decir que su vida ha estado tejida de oración y de servicio. Siendo una gran contemplativa, ha sido una gran misionera.

Desde la obediencia de fe que le caracterizaba, ha ocupado los cargos de gobierno que se le pedían: Superiora Provincial en Brasil y en Angola; Administradora general en Roma; Superiora en varias comunidades. En todos los lugares ha dejado su impronta de afabilidad, de delicadeza y de un servicio bien hecho, siempre desde una caridad mercedaria exquisita y encarnada. Con una gran humanidad y una inteligencia poco común, ha llegado a ser muy humilde y muy  cercana.

Ha sido una mujer valiente y audaz, con una gran capacidad de discernimiento para buscar soluciones a situaciones muchas veces complicadas. Desde una  vivencia evangélica y una profunda experiencia de Dios, ha vivido la libertad de una entrega incondicional, que le llevó a ser austera y generosa, dejando a un lado lo que no era esencial, siempre buscando: “no dejar en todo el mundo un solo ser abandonado”, como nos pedía el P. Zegri.

Tenía un gran sentido de pertenencia a la Congregación, y desde esta conciencia ha sido muy abierta a todas las realidades y muy dialogante con todas las personas. Ha sabido escuchar, comprender y orientar. El centro de su vida estaba en Dios y por eso vivía descentrada de si misma y entregada a los demás.

Después de recorrer medio mundo, en su vocación misionera: Argentina, Brasil, Angola, Burundi, en el año 1996 llegó a Eguino, donde fue una bendición para la gente sencilla del mundo rural. Y cuando su enfermedad fue avanzando, en el año 2010, llegó a nuestra comunidad de la Residencia, donde ha sido ejemplo tanto para las hermanas, como para las trabajadoras. Desde su silencio, intuíamos una vivencia interior que nos hacía contemplarla y admirarla.

Hoy solo podemos dar gracias a Dios por Sor Isabel, una gran mujer, mercedaria de la caridad, discípula y testigo del Señor, que sostenida por la Virgen de la Merced y por la Eucaristía, ha llevado el Evangelio de la Caridad, allí donde la obediencia le ha enviado.

Descansa en paz, Sor Isabel, y desde el cielo, donde sabemos que ya estás, intercede por tu familia y por la Congregación que se prepara para vivir un nuevo Capítulo general.”

Palabras de acogida de la Eucaristia de su funeral.